La entrada actual al monasterio está formada por un conjunto de estructuras de época medieval y moderna, adaptadas a los usos actuales. Perviven estructuras defensivas medievales, pero la mayor parte del edificio se levantó entre los siglos XVII y XVIII, para destinarlo a almacenes y bodegas.
Delante de la iglesia se encuentran unas dependencias identificadas como bodegas. Se levantaron entre los siglos XVII y XVIII, junto con los almacenes del bloque de entrada que se encuentran encima. El espacio está dividido en diferentes estancias, cubiertas con el sistema de falsa bóveda, que aprovechan la roca de la montaña como elemento constructivo.
En el siglo XI, una vez acabadas las obras de la iglesia, se levantó la galilea, un pórtico para acoger a fieles y peregrinos. A pesar del aspecto que presenta actualmente, a causa del expolio al que fue sometido el monasterio, era un espacio monumental con las paredes pintadas, por lo que se desprende de los fragmentos de pintura conservados.
La iglesia de Sant Pere de Rodes es el elemento más destacado del conjunto por la originalidad de algunos de sus elementos arquitectónicos.
A principios del siglo XI, los edificios que conformaban el monasterio se ordenaron con la construcción de un claustro.
Los trabajos de restauración han dejado al descubierto un antiguo acceso al monasterio situado al lado de la iglesia. Un portal de travertino daba paso a un pasadizo excavado en la roca que se adentraba hacia la iglesia. Con la construcción de la galilea, sobre este portal se adosó otro con arco de medio punto. Esta entrada, sin embargo, quedó anulada en el siglo XII cuando se reformó el patio de entrada y se abrió la puerta actual, centrada en la fachada.
En todos los monasterios, el claustro es el punto a partir del que se organizan el resto de dependencias, siguiendo una distribución marcada por las necesidades cotidianas. Aunque el tiempo puede haber cambiado la función de los edificios, la estructura se repite en todas partes porque viene marcada por los desplazamientos que los monjes realizan a lo largo del día en el cumplimiento de la Regla.
Al sur del claustro hay una sala con ventanas abocinadas y cubierta con bóveda apuntada. Según el programa constructivo de los monasterios benedictinos, este espacio correspondería al comedor comunitario. El edificio tiene una planta inferior que, por sus condiciones de humedad y temperatura, posiblemente se utilizó como almacén.
La sala capitular del claustro, durante la edad media, estaba dividida en diferentes estancias de las que no queda ningún elemento original que nos permita interpretar el uso al que estaban destinadas. Según el esquema de los monasterios benedictinos, aquí se ubicaría la sala capitular, la sacristía y el espacio destinado a guardar los libros y documentos. Así mismo, encima se hallaría el dormitorio comunitario de los monjes, situado al lado de la iglesia para facilitar el desplazamiento a la hora de las oraciones nocturnas, especialmente en invierno.
En los monasterios, la portería no es un simple punto de acceso. Marca la separación entre el mundo exterior y la clausura. A partir de aquí, solo los monjes podían acceder al interior del recinto.
Situada al lado del refectorio y comunicada con los huertos y la zona de establos, esta sala ha sido identificada como despensa. En el interior, había una fresquera y una cisterna.
En el interior del recinto, se extiende una plaza que articula los accesos a la iglesia y al espacio de clausura. Se creó en el contexto de una remodelación del siglo XII que permitió la ampliación del conjunto monacal. Para construir la plaza se cubrió el antiguo cementerio nivelando el terreno que hasta entonces seguía la pendiente natural.
A finales de la edad media, en un contexto de cambios en la vida comunitaria, se construyeron viviendas individuales para los monjes en la parte superior del claustro. Aún pueden verse restos de ventanas, balcones, chimeneas y los antiguos revoques de los muros, correspondientes a once casas del siglo XVIII.
Por necesidades defensivas, entre los siglos XIII y XIV, se levantó la torre sobre una estructura anterior que se corresponde con la fachada del siglo X. Las aspilleras son las aberturas originales, mientras que las ventanas de arco de medio punto y las puertas de acceso desde el sobreclaustro son más tardías.
La torre del campanario se construyó en el siglo XII, sobre el antiguo edificio de acceso, al que corresponden las estrechas ventanas de la base de la torre.
En el siglo XII, por encima del deambulatorio al que se accedía desde el interior de la iglesia, se construyó un segundo deambulatorio, reservado a los miembros de la comunidad. A su alrededor se abren diversas capillas y dos arcosolios que conservan restos de pintura mural del siglo XIII.
A estas capillas del deambulatorio superior se accedía desde la iglesia, a través de una escalera de caracol, visible en la capilla de San Miguel. El culto al arcángel san Miguel propagó un tipo de capillas o santuarios elevados, como en este caso.
Sobresaliendo del conjunto del monasterio en la zona de los huertos, se alza un edificio rectangular de tres plantas, caracterizado por sus soportales. La documentación indica que en el siglo XVI, la planta baja acogía el establo. Los pisos superiores no se levantaron hasta el siglo XVIII, quizás para acoger a las familias al servicio del monasterio.
Al sureste del monasterio, para aprovechar el sol y los vientos húmedos de levante, y resguardado de la tramontana, se encuentra el espacio destinado al cultivo de productos de la huerta y plantas medicinales.
A pocos metros de la entrada del recinto monacal, se encuentran los restos de un edificio, construido entre los siglos XI y XII, que tenía la función de hospedería. El énfasis de la regla benedictina en la caridad y la hospitalidad, se traduce en la construcción de edificios externos a la clausura para que los monasterios puedan acoger a pobres y peregrinos sin que ello interfiera en la vida de la comunidad.
Entre las reformas que se emprendieron en el siglo XVIII, encontramos la construcción de la nueva sacristía, adosada a la iglesia, de planta rectangular y tres plantas.
El abad, máxima autoridad del monasterio, es el responsable de la vida espiritual de la comunidad, así como de los aspectos temporales del monasterio. Para garantizar el correcto funcionamiento de la comunidad, la Regla establece una serie de cargos entre los que el abad distribuye las responsabilidades. En el acta de un capítulo de 1360 aparecen los siguientes cargos: prior, que ejerce también de limosnero; mayordomo (responsable de la administración); camarero (que vela por el vestuario de los monjes); piaterio (encargado del cobro de censos); sacristán (responsable del culto en la iglesia y de todos los elementos materiales necesarios); obrero (responsable de las obras); enfermero (encargado de los enfermos); hospitalario (encargado de los peregrinos); cenator o sopator (encargado de la comida de los monjes en las noches de verano), y pavorde (que administra las posesiones importantes).
Cerca del monasterio se encuentra la fuente de los Monjes. Encima del surtidor, que sobresale de la cabeza de un animal fabuloso, se puede leer una inscripción que data de 1588: QUI BIBERIT EX AQUA SITIET ITERUM (quién beba de esta agua, volverá a tener sed), citando el Evangelio de San Juan.
La entrada actual al monasterio está formada por un conjunto de estructuras de época medieval y moderna, adaptadas a los usos actuales. Perviven estructuras defensivas medievales, pero la mayor parte del edificio se levantó entre los siglos XVII y XVIII, para destinarlo a almacenes y bodegas.
Delante de la iglesia se encuentran unas dependencias identificadas como bodegas. Se levantaron entre los siglos XVII y XVIII, junto con los almacenes del bloque de entrada que se encuentran encima. El espacio está dividido en diferentes estancias, cubiertas con el sistema de falsa bóveda, que aprovechan la roca de la montaña como elemento constructivo.
En el siglo XI, una vez acabadas las obras de la iglesia, se levantó la galilea, un pórtico para acoger a fieles y peregrinos. A pesar del aspecto que presenta actualmente, a causa del expolio al que fue sometido el monasterio, era un espacio monumental con las paredes pintadas, por lo que se desprende de los fragmentos de pintura conservados.
En el siglo XII, se encargó al taller del maestro de Cabestany la decoración escultórica de la portada de la iglesia. Es de las primeras portadas monumentales catalanas, junto con la de la catedral de Vic y la de Ripoll.
Por su ubicación, a los pies del templo, la galilea se convirtió en un espacio de entierro privilegiado que acogía tumbas de familias nobiliarias vinculadas al monasterio. Esta área ya era utilizada como necrópolis antes de la construcción de la iglesia románica y se han encontrado restos de tumbas antropomorfas excavadas en la roca.
Precediendo a la galilea, en el siglo XVII se construyó un gran arco, en lo alto del cual destaca una ménsula que representa un busto humano con el pelo largo.
En el siglo XII, bajo el patrocinio de los condes de Empúries, se esculpió la portada de la iglesia, actualmente desaparecida a causa del expolio. Los únicos restos que se conservan en su ubicación original están en los de lados inferiores de la puerta principal. Se trata dos fragmentos de mármol, esculpidos con motivos vegetales, animales fantásticos y cabezas humanas. El resto de la portada se dispersó y muchos elementos acabaron en manos de coleccionistas.
A pesar de todo, la localización de algunas de sus partes ha permitido estudiarla. Estos fragmentos muestran que se trabajó con piezas de diferentes medidas, tanto sobre piedra como sobre mármoles reutilizados. La portada se caracterizaba por una abundante figuración, que representa pasajes evangélicos, con las características propias del trabajo del maestro de Cabestany, como las expresiones y el uso de modelos romanos en la composición.
Entre los sepulcros que se encontraban en la galilea, uno se ha relacionado con la casa de Empúries gracias a un fresco que representa el escudo de los condes, con tres franjas horizontales rojas sobre un fondo amarillo.
La casa condal fue la gran impulsora del monasterio, al que favorecía con múltiples donaciones, con la intención de crear un gran centro religioso en sus dominios.
Antes de la reforma del siglo XII, desde la galilea se podía acceder hacia el recinto monacal a través de una puerta con arco de medio punto. Posteriormente, este acceso quedó anulado hasta que la restauración lo volvió a dejar al descubierto.
La iglesia de Sant Pere de Rodes es el elemento más destacado del conjunto por la originalidad de algunos de sus elementos arquitectónicos.
Las últimas investigaciones apuntan a que las obras se habrían iniciado a finales del siglo X, sobre los restos de una pequeña iglesia, y se acabarían durante la segunda mitad del siglo XI, con la finalización de las naves y la incorporación de la escultura.
Es un edificio de planta de cruz latina con tres ábsides, construido con piedras de diferentes tamaños, no muy grandes, dispuestas en hileras más o menos regulares y, en algunos puntos, en opus spicatum. En cambio, en los ángulos, en las pilastras y en los pilares se utilizan grandes sillares bien tallados.
La nave central se caracteriza por su gran amplitud, mientras que las dos laterales, por su estrechez, son lugares de paso que desembocan en el deambulatorio de dos pisos que rodea el ábside central.
La iglesia era el centro de una vida comunitaria dedicada a la plegaria. La Regla benedictina estructura la vida de los monjes en función de unas oraciones que se distribuyen a lo largo de la jornada. El día empieza con el canto de Laudes, al amanecer, y continúa con la Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas, a primera hora de la noche. El descanso nocturno se interrumpe con la celebración de Matines que rezan durante la noche o al salir el sol, según la época del año.
Además de estas oraciones comunitarias el monje también practica la lectio divina, la lectura y meditación individual.
La Regla también estructura las horas de trabajo manual, que se considera una parte esencial de la vida monacal. Por ello, san Benito prevé una distribución de las oraciones y el trabajo adaptada a las condiciones de cada época del año. Bajo el ideal de ganarse el pan, el tipo de trabajo al que se dedican varía a lo largo del tiempo y de las comunidades, desde el trabajo agrícola o artesanal, hasta el servicio a los peregrinos o el escritorio monástico, como es el caso de Sant Pere de Rodes.
La originalidad de la iglesia de Sant Pere de Rodes reside en la utilización de un sistema de pilares y columnas superpuestos, para sostener la nave central, de 16 metros de altura.
Otro elemento excepcional es la decoración de sus capiteles. Presentan dos tipologías bien marcadas, los capiteles corintios de hojas de acanto, de fuerte influencia romana y los capiteles de entrelazos que coronan las columnas de los arcos que separan las naves.
Se puede constatar el contraste entre la buena conservación de los capiteles del lado norte, donde la iglesia no tenía ventanas, con los del lado sur del templo, cercanos a las aberturas que, con el abandono del santuario, quedaron más expuestos a las inclemencias meteorológicas y se deterioraron notablemente.
Un cambio en el proyecto inicial elimina las columnas de los cuatro pilares más cercanos a la entrada. Los capiteles descartados fueron reaprovechados en los muros del transepto y a los pies de la iglesia.
Los peregrinos accedían a la cripta a través de las escaleras que se encuentran a ambos lados del ábside. La forma semicircular de la planta les permitía rodear el reconditorio para venerar las reliquias, a las que no podían acceder directamente.
En un extremo se conserva la base del altar que estuvo dedicado a la Virgen de la Cueva. Parece que el ábside que lo rodea coincidiría con la cabecera de la iglesia primitiva.
Conocemos algunos detalles de Sant Pere de Rodes, por las descripciones de los cronistas. Éste es el caso de las lápidas funerarias de Tasio, impulsor del monasterio en el siglo X, e Hildesindo, hijo de Tasio y primer abad de Sant Pere de Rodes, descritas por Jeroni Pujades en el siglo XVII. A partir de sus escritos y de los fragmentos localizados, se ha podido reproducir la lápida de Tasio y recolocarla en su lugar original.
El ábside central está rodeado por un deambulatorio que facilitaba el culto a las reliquias. Los peregrinos accedían a través de las naves laterales, con el ancho justo para permitir la circulación, y podían rodear así el reconditorio donde se custodiaban.
El reconditorio es una cámara subterránea, en el centro del presbiterio, donde los monjes custodiaban las reliquias, principal elemento de atracción de los peregrinos. Se conserva un inventario del siglo XV donde se relacionan una gran cantidad de reliquias consistentes sobre todo en partes de los cuerpos de diversos santos y mártires, diversos elementos vinculados a la pasión de Jesucristo y otros objetos, entre los cuales destacaban la cabeza y el brazo derecho del apóstol san Pedro.
A principios del siglo XI, los edificios que conformaban el monasterio se ordenaron con la construcción de un claustro.
Este claustro es un elemento excepcional porque se conservan pocos de esta época. Se caracteriza por los arcos de medio punto, un poco sobrepasados. Originalmente, las galerías estaban cubiertas con un envigado y las paredes densamente decoradas, por lo que se desprende de los restos de pintura.
Es un modelo constructivo propio de finales del siglo X y del siglo XI, que ha llegado hasta la actualidad porque se sepultó para construir encima el claustro del siglo XII. Solo dos galerías siguieron en uso y el claustro se mantuvo oculto hasta su descubrimiento durante las obras de restauración, a principios de los años noventa. Gracias a ello, se conservó su aspecto original, mientras que el resto del conjunto se adaptaba a nuevos gustos o necesidades.
La pintura representa una escena de la Crucifixión según el Evangelio de San Juan. Presenta similitudes de estilo con las ilustraciones de la Biblia de Rodes. Posteriormente, la parte central se retocó pero de esta segunda escena solo se conservan fragmentos.
La pintura quedó muy dañada después de siglos enterrada al haberse sepultado el claustro. Por esta razón, se tuvo que arrancar del muro y restaurarla sobre un nuevo soporte.
En el muro meridional del claustro, entre dos arcosolios, encontramos la representación de la figura de un león, enmarcado. Es una pintura del siglo XII de la que se desconoce el significado. Podría ser un elemento simplemente decorativo o un símbolo heráldico vinculado a un arcosolio que tuviera una función funeraria.
Estas escaleras subían hacia el ala de poniente del claustro, que a causa de la irregularidad del terreno se encontraba por encima de las otras. La construcción del claustro superior comportó la desaparición de esta ala y la pérdida de funciones de las escaleras.
Al este del claustro primitivo se encuentran los restos de un gran edificio rectangular, construido con grandes sillares que lo diferencian del resto de construcciones del conjunto.
Es un edificio de época tardoantigua, fechado alrededor del siglo VI, hecho que constata que el área fue ocupada desde muy antiguo. Se desconoce la función que tenía porque aún no ha sido objeto de estudios arqueológicos.
Los trabajos de restauración han dejado al descubierto un antiguo acceso al monasterio situado al lado de la iglesia. Un portal de travertino daba paso a un pasadizo excavado en la roca que se adentraba hacia la iglesia. Con la construcción de la galilea, sobre este portal se adosó otro con arco de medio punto. Esta entrada, sin embargo, quedó anulada en el siglo XII cuando se reformó el patio de entrada y se abrió la puerta actual, centrada en la fachada.
Espacio no visitable por el público.
El camino que conducía hasta la iglesia estaba delimitado por un muro de contención de tierras, que a la vez funcionaba como soporte de sarcófagos y arcosolios.
Antes del siglo XI, esta área ya funcionaba como cementerio. Se han encontrado tumbas excavadas en la roca, muchas de ellas antropomorfas, que en el siglo XII quedaron sepultadas al nivelar el terreno para construir la plaza.
En todos los monasterios, el claustro es el punto a partir del que se organizan el resto de dependencias, siguiendo una distribución marcada por las necesidades cotidianas. Aunque el tiempo puede haber cambiado la función de los edificios, la estructura se repite en todas partes porque viene marcada por los desplazamientos que los monjes realizan a lo largo del día en el cumplimiento de la Regla.
El claustro no es sin embargo un simple lugar de paso entre los edificios, donde las galerías protegen a los monjes de los rigores climáticos. Según los costumarios, el claustro es también un espacio para meditar, leer y trabajar.
A mediados del siglo XII, los claustros se reformaron para dotarlos de mayor suntuosidad. En el caso de Sant Pere de Rodes, la construcción del nuevo claustro se enmarcó en una reforma general del conjunto. Se construyó sobre el anterior, que quedó parcialmente enterrado, ampliando así la superficie y cambiando el nivel de circulación entre los edificios.
La principal diferencia, sin embargo, se encuentra en la incorporación de la decoración escultórica siguiendo el estilo de la época, con dobles columnas y capiteles figurativos. Desgraciadamente, el expolio que sufrió el cenobio entre los siglos XIX y XX destruyó todo su esplendor.
En medio del claustro se halla el brocal de una cisterna del siglo XVII, construida aprovechando parte del claustro que había quedado enterrado. Se abastecía a través de un sistema de canalización que recogía el agua de los tejados.
El brocal conserva la mayor parte de las grandes piedras talladas que lo formaban y en su superficie aún pueden observarse los agujeros por donde se tiraba el plomo que unía los bloques de piedra.
En algunos lugares es visible el esfuerzo de rebaje de la roca para nivelar el terreno y conseguir un espacio más grande que permitiera la ampliación del claustro.
El expolio del claustro, durante el siglo XIX y gran parte del XX, afectó especialmente al conjunto de capiteles románicos, muchos de los cuales acabaron en manos de coleccionistas.
Posteriormente, las campañas arqueológicas han permitido recuperar algunos elementos que permanecieron en el monasterio y que podrían haber formado parte del claustro. Algunos de estos capiteles fueron restituidos durante su restauración.
Al sur del claustro hay una sala con ventanas abocinadas y cubierta con bóveda apuntada. Según el programa constructivo de los monasterios benedictinos, este espacio correspondería al comedor comunitario. El edificio tiene una planta inferior que, por sus condiciones de humedad y temperatura, posiblemente se utilizó como almacén.
Para los monjes, las comidas tienen un aspecto ritual marcado por la Regla que describe la actitud con que se tienen que celebrar. Los monjes comen en silencio escuchando la lectura que hace uno de ellos. Tanto el cargo de lector como la obligación de servir la mesa son tareas semanales que toda la comunidad ejerce de forma rotativa.
La Regla también marca unos preceptos en la comida, que regulan las horas y las cantidades, así como los ayunos y las abstinencias, teniendo en cuenta las necesidades de los enfermos, ancianos y niños.
Altres elements presents al refetor són: porta d'accés als horts, escala al pis inferior i canalitzacions a la roca, a la paret del refetor són visibles les restes de canalitzacions que conduïen les aigües pluvials
La sala capitular del claustro, durante la edad media, estaba dividida en diferentes estancias de las que no queda ningún elemento original que nos permita interpretar el uso al que estaban destinadas. Según el esquema de los monasterios benedictinos, aquí se ubicaría la sala capitular, la sacristía y el espacio destinado a guardar los libros y documentos. Así mismo, encima se hallaría el dormitorio comunitario de los monjes, situado al lado de la iglesia para facilitar el desplazamiento a la hora de las oraciones nocturnas, especialmente en invierno.
Esta sala es uno de los espacios emblemáticos de los monasterios, donde se reúne toda la comunidad. Recibe este nombre porque, de forma ordinaria, se leía algún capítulo de la Regla, comentado por el abad, como reflexión de las pautas que regían su vida. Aquí se distribuían las tareas y se planteaban temas que afectaban al monasterio, ya que la Regla establece que el abad tiene que escuchar todas las opiniones antes de tomar una decisión.
En los monasterios, la portería no es un simple punto de acceso. Marca la separación entre el mundo exterior y la clausura. A partir de aquí, solo los monjes podían acceder al interior del recinto.
El edificio se construyó en el siglo XII, en el marco de una reforma de todo el conjunto que hizo necesaria una nueva portería situada al mismo nivel que la plaza y el claustro.
Situada al lado del refectorio y comunicada con los huertos y la zona de establos, esta sala ha sido identificada como despensa. En el interior, había una fresquera y una cisterna.
La fresquera es un espacio subterráneo con cuatro hornacinas, cavidades abiertas en el muro que probablemente se utilizaron como armarios. En el centro, una cisterna recogía agua.
En el interior del recinto, se extiende una plaza que articula los accesos a la iglesia y al espacio de clausura. Se creó en el contexto de una remodelación del siglo XII que permitió la ampliación del conjunto monacal. Para construir la plaza se cubrió el antiguo cementerio nivelando el terreno que hasta entonces seguía la pendiente natural.
A finales de la edad media, en un contexto de cambios en la vida comunitaria, se construyeron viviendas individuales para los monjes en la parte superior del claustro. Aún pueden verse restos de ventanas, balcones, chimeneas y los antiguos revoques de los muros, correspondientes a once casas del siglo XVIII.
Por necesidades defensivas, entre los siglos XIII y XIV, se levantó la torre sobre una estructura anterior que se corresponde con la fachada del siglo X. Las aspilleras son las aberturas originales, mientras que las ventanas de arco de medio punto y las puertas de acceso desde el sobreclaustro son más tardías.
La torre se divide en diferentes plantas que se comunican a través de trapas. En la parte superior se conserva una puerta por la que se accedía a la corsera, un balcón que sobresalía, con orificios para atacar la base de la torre. De esta corsera solo perviven las piedras alrededor de la torre sobre las que se sostenía la plataforma.
La torre del campanario se construyó en el siglo XII, sobre el antiguo edificio de acceso, al que corresponden las estrechas ventanas de la base de la torre.
Es una estructura de planta cuadrada y tres pisos. En los dos primeros, las ventanas de medio punto no tienen elementos decorativos, pero en el tercero, se caracterizan por elementos de tipo lombardo como las ventanas geminadas con columna, el coronamiento de arcos ciegos con dientes de sierra y tres óculos en el coronamiento de la torre.
En el siglo XII, por encima del deambulatorio al que se accedía desde el interior de la iglesia, se construyó un segundo deambulatorio, reservado a los miembros de la comunidad. A su alrededor se abren diversas capillas y dos arcosolios que conservan restos de pintura mural del siglo XIII.
A estas capillas del deambulatorio superior se accedía desde la iglesia, a través de una escalera de caracol, visible en la capilla de San Miguel. El culto al arcángel san Miguel propagó un tipo de capillas o santuarios elevados, como en este caso.
La nave de la capilla de San Miguel está cubierta con bóveda de cañón, mientras que el pequeño ábside está cubierto con una bóveda de cuarto de esfera donde puede verse una cruz realizada en piedra que aún conserva los encajes para colgar las lámparas.
La estancia circular posiblemente se utilizó como sacristía. Aunque no existe constancia de ninguna capilla dedica a san Martín, ha recibido este nombre por una pintura mural donde se representa al santo dando media capa a un pobre.
Sobresaliendo del conjunto del monasterio en la zona de los huertos, se alza un edificio rectangular de tres plantas, caracterizado por sus soportales. La documentación indica que en el siglo XVI, la planta baja acogía el establo. Los pisos superiores no se levantaron hasta el siglo XVIII, quizás para acoger a las familias al servicio del monasterio.
Al sureste del monasterio, para aprovechar el sol y los vientos húmedos de levante, y resguardado de la tramontana, se encuentra el espacio destinado al cultivo de productos de la huerta y plantas medicinales.
A causa del desnivel, la explanada de los huertos resulta posible gracias a la construcción de dos grandes terrazas rellenadas de tierra y sostenidas por muros y contrafuertes.
En este sector se conserva un sistema de canalización de agua. Una acequia, construida con piedra seca, recogía el agua de la montaña y la conducía hasta la cisterna excavada en la roca. Desde allí, el agua alimentaba el lavadero de los huertos.
A pocos metros de la entrada del recinto monacal, se encuentran los restos de un edificio, construido entre los siglos XI y XII, que tenía la función de hospedería. El énfasis de la regla benedictina en la caridad y la hospitalidad, se traduce en la construcción de edificios externos a la clausura para que los monasterios puedan acoger a pobres y peregrinos sin que ello interfiera en la vida de la comunidad.
En el caso de Sant Pere de Rodes, que fue un centro de peregrinaje, el fenómeno tenía sus momentos más intensos con la celebración del Año Santo cada vez que el día de la Santa Cruz coincidía en viernes, cuando los peregrinos podían obtener importantes indulgencias.
El servicio estaba administrado por un monje, llamado hospitalario, cargo que en Sant Pere de Rodes se ejerció como mínimo desde 1221, cuando consta la primera referencia, hasta el fin del monasterio.
Entre las reformas que se emprendieron en el siglo XVIII, encontramos la construcción de la nueva sacristía, adosada a la iglesia, de planta rectangular y tres plantas.
Dado el grado de degradación que sufrió, del original solo se ha conservado la fachada y se ha adaptado como edificio de servicios.
El abad, máxima autoridad del monasterio, es el responsable de la vida espiritual de la comunidad, así como de los aspectos temporales del monasterio. Para garantizar el correcto funcionamiento de la comunidad, la Regla establece una serie de cargos entre los que el abad distribuye las responsabilidades. En el acta de un capítulo de 1360 aparecen los siguientes cargos: prior, que ejerce también de limosnero; mayordomo (responsable de la administración); camarero (que vela por el vestuario de los monjes); piaterio (encargado del cobro de censos); sacristán (responsable del culto en la iglesia y de todos los elementos materiales necesarios); obrero (responsable de las obras); enfermero (encargado de los enfermos); hospitalario (encargado de los peregrinos); cenator o sopator (encargado de la comida de los monjes en las noches de verano), y pavorde (que administra las posesiones importantes).
En la primera mitad del siglo XV, se emprendió la construcción de un palacio para el abad. Según un inventario de 1633, se dividía en tres cámaras, un estudio, la cuadra y la bodega, a pesar de que en el siglo XVIII se reformó para hacer una nueva división de los espacios y cambiar el envigado por una bóveda de cañón.
Los trabajos de consolidación del palacio, gravemente deteriorado por el abandono, fueron más tardíos que en otros puntos del monasterio. A finales de los años sesenta solo se conservaban los muros exteriores y alguno de los interiores. La actuación que se llevó a cabo en los años noventa, lo adaptó a las necesidades de un edificio de servicios. Por eso, del edificio original solo quedan los muros exteriores, coronados por almenas, y una ventana geminada en la fachada principal.
Cerca del monasterio se encuentra la fuente de los Monjes. Encima del surtidor, que sobresale de la cabeza de un animal fabuloso, se puede leer una inscripción que data de 1588: QUI BIBERIT EX AQUA SITIET ITERUM (quién beba de esta agua, volverá a tener sed), citando el Evangelio de San Juan.
El pueblo de Santa Creu, con su iglesia, forma parte del conjunto monumental de la Sierra de Rodes, junto con el monasterio de Sant Pere y el castillo de Sant Salvador. La relación entre los tres elmentos es muy estrecha
La iglesia, más antigua que el pueblo, era una posesión del monasterio, a menudo disputada por los condes de Empúries. Antes de que empezaran a agruparse casas a su alerededor, la iglesia ya acogía el cementerio para la gente de los alrededores.
A principios del siglo XII, la iglesia se convirtió en parroquia y actuaba como elemento aglutinador de una población que crecía con fuerza, bajo la dependencia del monasterio. Sus habitantes disfrutaban de esta vecindad, que les proporcionaba un cierto nivel de riqueza, así como una actividad económica en buena parte dedicada a su servicio. En el momento de esplendor del pueblo, entre los siglos XIII y XIV, se calcula que en él vivían unas 250 personas y, por los materiales que han aparecido en las excavaciones, se diría que tenían un cierto poder adquisitivo.
La decadencia del pueblo empieza a partir de la segunda mitad del siglo XIV. Las razones que se han esgrimido como causa del despoblamiento son los asaltos piratas, los efectos de las epidemias de peste y la propia decadencia de la comunidad monástica. Finalmente, el levantamiento de los payeses de remensa contra las servidumbres que sufren por parte de los señores feudales, así como la guerra civil catalana, en la segunda mitad del siglo XV, supusieron el total abandono del lugar. La iglesia, en cambio, siguió activa como ermita hasta finales del siglo XIX.
El castillo de Sant Salvador se encuentra en la cima más alta de la montaña de Verdera, a unos 670 m de altura. Desde la cima se puede ver, a los pies del acantilado del castillo, la ermita de Sant Onofre. Más allá, a poniente, se extiende el Empordà, limitado al norte por la sierra pirenaica donde destaca la silueta del Canigó. También se divisan claramente el golfo de Rosas y las islas Medes, y el macizo del Montgrí, las Guilleries y el Montseny. Hacia levante, se divisa el monasterio de Sant Pere de Rodes y la costa del cabo de Creus que enlaza hacia el norte con el golfo de León. Este dominio visual sobre el entorno le proporciona un gran valor estratégico. Por otro lado, el terreno abrupto y de difícil acceso le sirve de sistema defensivo y lo hace inexpugnable.
El castillo es mencionado en muchos documentos debido a las continuas disputas por su dominio entre el monastrio de Sant Pere de Rodes y los condes de Empúries. La primera referencia data del 9'4, lo que hace pensar que el castillo ya existía en el siglo IX. A pesar de ello, buena parte de las estructuras que perviven datan del siglo XIII, cuando el conde Ponç IV de Empúries ordenó la construcción de una nueva fortaleza dado el estado de deterioro del castillo.
Con el paso del tiempo, la importancia estratégica de estos castillos roqueros, cuya fuerza radica en la inexpugnabilidad del terreno, disminuyó a causa de la evolución del armamento y las técnicas de combate. No obstante, en el siglo XVI el castillo todavía era utilizado como punto de vigia contra la piratería.
El monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes es el centro del conjunto monumental situado en la sierra de Verdera. La documentación más antigua, del siglo IX, hace referencia a una celda monástica que dependía del monasterio de Sant Esteve de Banyoles, aunque existen restos arqueológicos que evidencian una ocupación anterior.
Con la fundación del monasterio independiente, en el siglo X, se inició una etapa de esplendor impulsada por la nobleza ampurdanesa. Centro de poder feudal y económico, la comunidad inició un proyecto constructivo que reflejaba su poder. Las obras se extendieron del siglo X al siglo XIII, y contemplaban esencialmente la zona de clausura formada por la iglesia, los claustros y las dependencias circundantes.
una de las peculiaridades de Sant Pere de Rodes es la posibilidad de contemplar dos claustros que nunca estuvieron en uso simultáneamente. Con la restauración se ha recuperado el claustro primitivo que fue soterrado para construir encima el claustro del siglo XII. De esta manera, se ha conservado un modelo constructivo que en la mayoría de los casos se ha perdido a causa de las reformas posteriores.
A partir del isglo XV, todo el enrono se vio afectado por continuos saqueos, piratería, conflictos bélicos, que obligaron a los monjes a abandonar el monasterio en diversas ocasiones.
La reactivación económica del siglo XVIII permitió afrontar nuevos proyectos como la reforma del recinto que rodeaba la clausura, formado por edificios de servicios, mayoritariamente construidos entre los siglos XVII y XVIII. Algunas de las obras planificadas no llegaron a realizarse porque, en 1798, la comunidad abandonó definitivamente el monasterio. A partir de ese momento, el conjunto sufrió un rápido proceso de degradación.
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