El pueblo y el monasterio se comunicaban directamente a través de un camino que salía del portal de Baix (portal de Abajo). El trazado actual coincide, prácticamente, con el original. Para facilitar el paso de los visitantes, hace unos años se acondicionaron unas escaleras al lado de las cuales se puede ver el antiguo camino.
A medida que crecía la población, el espacio original, alrededor de la iglesia, se quedaba pequeño y se empezó a construir en los márgenes del camino del monasterio hasta formar un rabal (barrio exterior) que, en la documentación del siglo XV, recibe el nombre de Sa Petja. No puede hacerse una estimación de su superficie total, pero probablemente, su crecimiento quedó limitado al este por la fuerte pendiente y al oeste por la roca de la montaña.
Este portal, junto con el de arriba, es todo lo que queda del primitivo sistema de defensa del pueblo. No queda constancia de que éste fuera una muralla de piedra. Las excavaciones hacen pensar en un posible cerramiento con una empalizada de madera. Con el crecimiento del pueblo este sistema se anula y las casas, con sus muros macizos y las estrechas puertas, hacen la función de una auténtica villa cerrada.
Las casas construidas alrededor de la plaza corresponden al núcleo urbano más antiguo, cuyos restos se remontan al siglo XII, aunque las estructuras que se pueden ver corresponden a la segunda mitad del siglo XV.
Situada delante de la iglesia, esta plaza es el centro del pueblo, donde se concentra la actividad pública y donde confluyen los principales caminos de acceso al pueblo, así como buena parte de las calles y callejuelas. Según la documentación, allí se ponían las paradas del mercado semanal, al que debían acudir numerosos peregrinos que se dirigían al monasterio.
La iglesia es un elemento singular dentro del pueblo, ya que se levantó antes de la propia existencia de éste y su culto se mantuvo incluso cuando sus habitantes ya lo habían abandonado. Vinculada al monasterio, nació para dar servicio a la población que vivía dispersa por los alrededores. La primera advocación es a la Santa Cruz (Santa Creu), pero a principios del siglo XVI se dedicó a santa Helena.
Después del abandono del pueblo y la pérdida de la condición de parroquia, la iglesia quedó bajo la cutodia de unermitaño. Según una visita pastoral de principios del siglo XVII, el ermitaño no disponía de casa propia y dormía dentro de la iglesia. El hecho de que el obispo no lo viera con buenos ojos impulsó, en la primera mitad del siglo XVIII, la construcción de esta casa, llamada también sacristía nueva.
En 1420 se adosó una nueva construcción en la cabecera de la iglesia para hacer las funciones de sacristía. Tenía planta baja, cubierta con bóveda de piedra, y un piso del que sólo quedan parte de los muros. La puerta conserva, en el dintel, una cruz grabada.
Contrariamente a lo que hoy puede parecer, la zona donde se encuentra emplazado el pueblo era, en época medieval, muy activa y habitada. El monasterio de Sant Pere actuaba como un punto de atracción económica de primer orden. De ello se beneficiaban los habitantes de la zona que proporcionaban serviccios al monasterio y atendían a los peregrinos. Además, se dedicaban a explotar los recursos naturales disponibles, básicamente el cultivo de los cereales, la viña, el olivo y los pastos.
Alrededor de la iglesia, a lo largo de los siglos, encontramos restos de diversos cementerios. El más antiguo es el de tumbas excavadas en la roca, de forma antropomorfa y con cubierta de losas, que se puede fechar entre los siglos X y XI. Dado que su existencia es anterior a la formación del pueblo, se encuentran restos en una amplia área que coincide con la superficie del dextro, incluso bajo las casas, cuya construcción las dañó mucho.
Es el elemento más antiguo de la iglesia. De hecho, es anterior a ésta, ya que funcionaba como una torre de vigilancia del territorio, con una vista excelente sobre la costa. Tiene planta cuadrada, de forma troncopiramidal, más ancha en la base. En origen estaba revocada con mortero de cal y algunos indicios apuntan a que estaba coronada por almenas.
Al norte de la iglesia se ven las ruinas de un barrio que se extiende más allá del núcleo original. La primera línea de casas, con fachada a la plaza, no sería muy diferente del resto de viviendas en torno a la iglesia. en cambio, se desconoce cómo era el resto de las edificaciones y qué usos podrían tener, a falta de un estudio arqueológico.
La torre del portal de Dalt, junto con la del portal de Baix, es el testimonio del antiguo cerramiento del pueblo. De planta cuadrangular, la torre cuenta con sólidos muros de un metro de grueso y conserva algunas aspilleras. Es del tipo bestorre, es decir, una torre abierta hacia el interior del recinto. Gracias a la altura que se ha conservado, se ha constatado que disponía de dos plantas, separadas por una bóveda de piedra.
Los primeros trabajos de recuperación de este conjunto arqueológico se hicieron en el año 1072, de forma paralela a la apertura de la carretera del monasterio. Se retauraronlos portales y se rebajaron las tierras de alrededor de la iglesia, dejando al descubierto algunos muros del pueblo. En la misma época, también se llevaron a cabo trabajos de limpieza y consolidación en la iglesia.
Desde el portal de Dalt (portal de Arriba) se sigue un camino, bastante coincidente con el original, que comunicaba el pueblo de Santa Creu con otras problaciones a ambos lados de la montaña. se conoce su conexión con vías públicas que se dirigían hacia el lado de Vilajuïga, Pau y Palau, y desde aquí hasta Castelló d'Empúries y Roses, así como por el lado de Llançà. Aún se conservan tramos de estas cañadas, en gran parte protegidas por altos muros de piedra en los laterales.
El pueblo y el monasterio se comunicaban directamente a través de un camino que salía del portal de Baix (portal de Abajo). El trazado actual coincide, prácticamente, con el original. Para facilitar el paso de los visitantes, hace unos años se acondicionaron unas escaleras al lado de las cuales se puede ver el antiguo camino.
Cerca del portal, el camino se transformaba en una calle del pueblo, al que tenían acceso las casas vecinas a través de pequeñas puertas, aún bien conservadas. Entre las casas, unas callejuelas lo comunican con la plaza de la iglesia.
A medida que crecía la población, el espacio original, alrededor de la iglesia, se quedaba pequeño y se empezó a construir en los márgenes del camino del monasterio hasta formar un rabal (barrio exterior) que, en la documentación del siglo XV, recibe el nombre de Sa Petja. No puede hacerse una estimación de su superficie total, pero probablemente, su crecimiento quedó limitado al este por la fuerte pendiente y al oeste por la roca de la montaña.
En el subsuelo de las viviendas, los arqueólogos han descubierto silos para el grano, anteriores a la construcción de las casas, así como canalizaciones excavadas en la roca para conducir las aguas pluviales montaña abajo.
Este portal, junto con el de arriba, es todo lo que queda del primitivo sistema de defensa del pueblo. No queda constancia de que éste fuera una muralla de piedra. Las excavaciones hacen pensar en un posible cerramiento con una empalizada de madera. Con el crecimiento del pueblo este sistema se anula y las casas, con sus muros macizos y las estrechas puertas, hacen la función de una auténtica villa cerrada.
El portal de Baix es la entrada al pueblo desde el camino del monasterio. Se encuenra en la planta baja de una bestorre, es decir, una torre que quqeda abierta hacia el interior del recinto. Cuesta imaginarse la forma original, no sólo por el estado de conservación sino también por las casas que se adosaron con el tiempo. De todas formas, no debía de ser demasiado diferente del portal de Dalt (portal de Arriba), de planta cuadrangular y unos 4'8 m de lado.
El portal forma un arco de medio punto, enmarcado con losas puestas de canto. Existen indicios del sistema de cierre con rastrillo, así como del arranque de la bóveda que cubría la entrada. También quedan restos de alguna tronera de defensa, anulada al adosarse las casas.
Las casas construidas alrededor de la plaza corresponden al núcleo urbano más antiguo, cuyos restos se remontan al siglo XII, aunque las estructuras que se pueden ver corresponden a la segunda mitad del siglo XV.
Son casas grandes, de entre 120 y 160 m2 de superficie, con planta baja y piso, y cubierta de teja. Tienen cuatro o cinco estancias, alguna con función de patio o, incluso, de huerto, donde se cultivaban legumbres como habas y guisantes.
Los arqueólogos han encontrado restos de vajillas de mesa, de producción valenciana y catalana, cerámicas diversas de cocina y despensa, y para otros usos cotidianos, utensilios de hierro y bronce, como herramientas, cerraduras y llaves, y lámparas de aceite, o para indumentaria, como hebillas o agujas. La presencia de herramientas agrícolas hace pensar en que algunos habitantes trabajaban la viña así como los cereales, ya que se han encontrado semillas de cebada, trigo, mijo y maíz.
En una de las casas se ha localizado un conjunto de medidas para la venta de vino al por menor, lo que hace pensar en una posible taberna o tienda. En otra, la presencia de un inusual número de escudillas para comer podría indicar que se trataba de un hostal, quizás para los peregrinos que visitaban el monasterio.
Estas casas tenían la entrada principal y abierta a la plaza. Una vez traspasada la puerta se accedía a una antesala donde posiblemente se desarrollaban actividades de tipo económico. Desde ésta se accedía a espacios más privados.
En el subsuelo de las casas se han descubierto tumbas antropomorfas, excavadas en la roca. Son restos del cementerio de los siglos X y XI que rodeaba la iglesia antes de la formación del pueblo, porque a pesar de no existir un núcleo urbano, Santa Creu era el lugar de entierro para las personas que vivían disperas por la zona.
Actualmente, entre los restos de las casas, se pueden ver algunas de estas tumbas rellenadas con grava para protegerlrlas.
Este espacio actúa como distribuidor de las diferentes dependencias de la casa, comunicando la antesala con los espacios privados. Desde aquí se accedía, a través de una esccalera, a la planta superior, donde se encontraban la cocina y otras habitaciones. Los restos de un pilar central demuestran la existencia de un techo de vigas de madera.
La casa disponía de un segundo acceso por la callejuela lateral, que comunicaba con el camino que conduce hacia el castillo. Aún hoy se puede seguír esta vía, más o menos modificada por una pista forestal, y llegar al castillo, que se encuentra a 1,5 km de distancia.
El desnivel del terreno obligó a los constructores de la casa a hacer un enorme trabajo de adaptación. En esta habitación se puede observar cómo recortaron la roca, aprovechándola como parte de la pared y del pavimento.
En la misma sala se conserva aún el dintel de la puerta de entrada y las ménsulas que sostenían el envigado del techo, así como unos pequeños armarios abiertos en el muro.
Debido a la pendiente del terreno, la cocina quedaba en un nivel superior y se accedía a ella por las escaleras del patio distribuidor. Las excavaciones han localizado una chimenea central, actualmente tapada por la grava, un puequeño banco lateral y diversas hornacinas o pequeños armarios en las paredes. Sobre el banco se encontró una escudilla que aún conservaba escamas de pescado.
Los restos de fauna recuperados en el pueblo indican que sus habitantes consumían carne de oveja y cabra, criados por ellos mismos, además de cerdo y bóvidos, en gran parte comprados fuera. También comían caza, en menor grado, y pescado, como atún y algunos tipos de tiburón.
Situada delante de la iglesia, esta plaza es el centro del pueblo, donde se concentra la actividad pública y donde confluyen los principales caminos de acceso al pueblo, así como buena parte de las calles y callejuelas. Según la documentación, allí se ponían las paradas del mercado semanal, al que debían acudir numerosos peregrinos que se dirigían al monasterio.
Aunque el pueblo se abandonó, la plaza siguió siendo el punto de encuentro de la fiesta de Santa Creu que, hasta el siglo XIX, reunía a los habitantes de los pueblos del cabo de Creus.
Tiene una forma irregular, con la superficie nivelada, y en su subsuelo se han encontrado restos del antiguo cementerio de tumbas antropomorfas. Este espacio coincide con el dextro de la iglesia, un espacio sacralizado que rodeaba la iglesia con un radio de entre veitne y treinta pasos de ancho, en el que no se podían cometer acciones violentas bajo amenaza de excomunión, y que por lo tanto proporcionaba un espacio de protección.
La iglesia es un elemento singular dentro del pueblo, ya que se levantó antes de la propia existencia de éste y su culto se mantuvo incluso cuando sus habitantes ya lo habían abandonado. Vinculada al monasterio, nació para dar servicio a la población que vivía dispersa por los alrededores. La primera advocación es a la Santa Cruz (Santa Creu), pero a principios del siglo XVI se dedicó a santa Helena.
Formalmente, la iglesia es el resultado de sucesivas reformas que la convierten en un edificio singular dentro del estilo románico. La iglesia original, del siglo IX, es de una sola nave y aprovecha una antigua torre vigía como ábside. En el siglo X u XI, la cabecera toma la forma actual, cuando se añade un nuevo ábside y dos capillas laterales a la torre.
La despoblación a partir del siglo XV provocó la decadencia del edificio y la pérdida de la condición de parroquia, de forma que a partir de 1563 pasó a ser administrada por el rector de la Selva de Mar.
En un intento por reactivar el culto, en el siglo XVII, el monasterio emprendió unas obras de ampliación levantando las naves laterales. Las obras comportaron la construcción de unas amplias arcadas de mármol gris local, para comunicar los laterales con la nave central, además del cambio de pavimento y una nueva cubierta de losas. Pero a pesar de estos esfuerzos, pronto se llevaron las campanas, el edificio se fue deteriorando y acabó custodiado por un ermitaño hasta finales del siglo XIX, cuando quedó completamente abandonado.
Este porche es el punto final de la ampliación de la iglesia del siglo XVII. Tenía una portalada hecha con bloques de mármol gris claro, del mismo tipo que las arcadas de las naves laterales que se construyeron en la misma época. De esta portalada, sin embargo, ya sólo quedan indicios a ras de suelo.
Desde el interior, se pueden ver restos del encaje del pasador que cerraba el portal.
La fachada principal muestra claramente la evolución desde una única nave hasta la ampliación con las naves laterales, gracias a las diferencias constructivas. En general, ha quedado muy afectada por las sucesivas reformas. La puerta acutal, por ejemplo, no se corresponde con la forma inicial, sino con el cerramiento que se hizo después del desmanteamiento del primer portal. Estas dos etapas son visibles por el uso de materiales diferentes. El único elemento original que queda es el acabado del alero del tejado, decorado con losas y baldosas dentadas colocadas verticalmente.
El ábside es un anexo del siglo X u XI que se adosó a la antigua torre vigía, alrededor de la que se estructura toda la iglesia. Su construcción implicó reventar la base de la torre y construir un arco he herradura que hacía la función de arco triunfal. La luz entraba por una pequeña ventana, decorada en el exterior con fragmentos de ladrillo con el canto dentado. Se conserva la base del altar,q ue en 1420 se tuvo que desplazar para poder abrir una puerta hacia la sacristía que se estaba construyendo.
Las paredes de la iglesia estaban, originalmente, revocadas con mortero de cal y decoradas con pinturas. En la capilla norte se conserva, en mal estado, una retícula de cuadros que alterna los colores rojo y blanco. El resto de la decoración se ha perdido y sólo quedan indicios de pintura en el arco del ábside central.
La capilla también conserva la base de piedra del altar adosada al muro, y los encajes de la verja de hierro, que probablemente se instaló en el siglo XVII.
El elemento más destacable de la capilla sur son los restos de unos relieves hechos con mortero que representan unos arcos sobre bases, con los correspondientes capiteles. En general, no debía diferir muchos de la otra capilla y también estaba cerrada por una verja.
En las dovelas de mármol de los arcos, encontramos pequeños relieves decorativos sin ninguna disposición concreta, como una cara encima del arco central, o tréboles, una piña, frutos de forma esférica y flores, en los arcos que comunican con las naves laterales.
Se sabe que había oros elementos ornamentales, como unos altares góticos, de mármol de Génova, que aún se conservaban a finales del XIX.
Después del abandono del pueblo y la pérdida de la condición de parroquia, la iglesia quedó bajo la cutodia de unermitaño. Según una visita pastoral de principios del siglo XVII, el ermitaño no disponía de casa propia y dormía dentro de la iglesia. El hecho de que el obispo no lo viera con buenos ojos impulsó, en la primera mitad del siglo XVIII, la construcción de esta casa, llamada también sacristía nueva.
Es una vivienda sencilla, con planta baja y piso, al que se accede tanto desde el interior de la iglesia como a través de la sacristía. En el piso superior, una puerta permite acceder al interior de la torre campanario, por encima de la cubierta de la bóveda. El tejado, que no se conserva, era de una sola vertiente, con pendiente hacia el sur.
En 1420 se adosó una nueva construcción en la cabecera de la iglesia para hacer las funciones de sacristía. Tenía planta baja, cubierta con bóveda de piedra, y un piso del que sólo quedan parte de los muros. La puerta conserva, en el dintel, una cruz grabada.
Desde aquí se administraba la parroquia, cuyas rentas pertenecían a Sant Pere de Rodes, ya que la iglesia era una posesión del monasterio. El abad también tenía la potestad de escoger a los clérigos. En los siglos XIV y XV, la iglesia estaba regida por tres hebdomadarios, además de un sacristán y algunos donados. estaban obbligados a residir en el pueblo, donde algunos de ellos tenían incluso más de una casa. Aunque, a mediados del siglo XVI, debido a la despoblación, pasó a hacerse cargo de ella el párroco de Sant Esteve de la Mata, de la Selva de Mar. De todas formas, hasta el siglo XVIII, se siguió utilizando la sacristía como un espacio funerario restringido.
Contrariamente a lo que hoy puede parecer, la zona donde se encuentra emplazado el pueblo era, en época medieval, muy activa y habitada. El monasterio de Sant Pere actuaba como un punto de atracción económica de primer orden. De ello se beneficiaban los habitantes de la zona que proporcionaban serviccios al monasterio y atendían a los peregrinos. Además, se dedicaban a explotar los recursos naturales disponibles, básicamente el cultivo de los cereales, la viña, el olivo y los pastos.
Gracias al tráfico que generaba el monasterio, el pueblo estaba bien comunicado con las principales poblaciones de alrededor como La Selva, La Vall, Llançà, Castelló d'Empúries o Roses, además de otros poblados, pedanías y masías dispersas, también bajo el dominio del monasterio.
El pueblo también se beneficiaba de los pueblos de mar cercanos. Dentro del campo visual de Santa Creu es necesario mencionar el puerto de La Vall y el que hoy es El Port de la Selva, llamado Port Llen en la época. Aquí había pequeñas edificaciones, llamadas tiendas, básicamente dedicadas a la explotación del mar, pero también al comercio a pequeña escala, de cabotaje, respaldados por puertos de mayor capacidad y movimiento, como los de Roses y Llançà, por citar los más cercanos.
Alrededor de la iglesia, a lo largo de los siglos, encontramos restos de diversos cementerios. El más antiguo es el de tumbas excavadas en la roca, de forma antropomorfa y con cubierta de losas, que se puede fechar entre los siglos X y XI. Dado que su existencia es anterior a la formación del pueblo, se encuentran restos en una amplia área que coincide con la superficie del dextro, incluso bajo las casas, cuya construcción las dañó mucho.
En el siglo XII, con el lugar ya habitado, el cementerio se organizó y se concentró justo al lado de la cabecera y al sur de la iglesia. Estas tumbas son más simples, primero con caja de losas y después con fosas simples excavadas en el suelo y ataúdes. Más adelante se ocupa el lado norte, con tumbas también muy simples.
La despoblación y la pérdida de la condición de parroquia marcan el fin de los entierros en Santa Creu, a pesar de los intentos posteriores de recuperar el culto obligando a los habitntes de la Selva y la Vall a oír misa y ser enterrados en el antiguo cementerio.
Es el elemento más antiguo de la iglesia. De hecho, es anterior a ésta, ya que funcionaba como una torre de vigilancia del territorio, con una vista excelente sobre la costa. Tiene planta cuadrada, de forma troncopiramidal, más ancha en la base. En origen estaba revocada con mortero de cal y algunos indicios apuntan a que estaba coronada por almenas.
Cuando se cosntruye la iglesia, en el siglo X, la nave se anexiona a la torre, que se aprovecha para ubicar el altar. Más tarde, se hace una nueva cabecera adosando a los lados de la torre dos capillas laterales y un nuevo ábside. Es en este momento cuando se practican las aberturas de la primera planta y se añaden elementos decorativos.
Posteriormente, se construye un campanario de espadaña para alojar dos campanas, ahora desaparecidas. Una se traslada en el siglo XVII a la iglesia de Sant Fruitós de la Vall y después a la de Sant Esteve de la Selva. A pesar de las reclamaciones de los obispos, no vuelve nunca. La otra la roban unos bandoleros a principios del siglo XIX. Sobre la bóveda de la nave central, aún se ven los agujeros para pasar la cuerda para tañerlas.
Con la reforma de la iglesia se practican aberturas en la torre: tres grandes ventanas de arco de herradura a poniente, enmarcadas con ladrillos puestos de canto, y dos menores, emparejadas, en las otras caras. Al norte y al sur también hay una especie de hornacinas decoradas con un reticulado de piezas cerámicas y losetas.
Al norte de la iglesia se ven las ruinas de un barrio que se extiende más allá del núcleo original. La primera línea de casas, con fachada a la plaza, no sería muy diferente del resto de viviendas en torno a la iglesia. en cambio, se desconoce cómo era el resto de las edificaciones y qué usos podrían tener, a falta de un estudio arqueológico.
La torre del portal de Dalt, junto con la del portal de Baix, es el testimonio del antiguo cerramiento del pueblo. De planta cuadrangular, la torre cuenta con sólidos muros de un metro de grueso y conserva algunas aspilleras. Es del tipo bestorre, es decir, una torre abierta hacia el interior del recinto. Gracias a la altura que se ha conservado, se ha constatado que disponía de dos plantas, separadas por una bóveda de piedra.
El portal perdió su función cuando el crecimiento demográfico de los siglos XII y XIV provocó la expansión del pueblo. Las nuevas casas se adosaron al portal y se extendieron más all´, de manera que lo anularon como elemento defensivo y quedó reducido a un mero portal de entrada.
Las huellas existentes sobre la roca dejan entrever un paso continuado de personas e, incluso, de vehículos, por las marcas de roderas de carros. La posición de las casas adosadas a la torre, sin embargo, debía dificultar y quizás impedir la maniobralidad.
El acceso se hacía a través de un arco de medio punto que se cerraba gracias a un rastrillo. En el interior del arco de entrada, aun es visible el espacio donde encajaba. El sistema permitía subir y bajar una puerta o una reja mediante un cabrestante y un contrapeso.
Las aspilleras que se conservan a cada lado de la torre evidencian claramente el carácter defensivo original. La forma estrecha y alargada de estas aberturas permitía disparar desdeel interior de la torre sin ser atacado por el enemigo.
Los primeros trabajos de recuperación de este conjunto arqueológico se hicieron en el año 1072, de forma paralela a la apertura de la carretera del monasterio. Se retauraronlos portales y se rebajaron las tierras de alrededor de la iglesia, dejando al descubierto algunos muros del pueblo. En la misma época, también se llevaron a cabo trabajos de limpieza y consolidación en la iglesia.
En los años noventa se excavó la iglesia y se emprendió una restauración que consistió en la limpieza de cubiertas y muros, la colocación de nuevo pavimento y la recuperación de las antiguas aberturas de la iglesia y el campanario.
En el año 2006 se inician unas campañas anuales de excavación, gracias a un convenio entre la Universitat de Barcelona y el Museu d'Història de Catalunya, con la colaboración de la Dirección General de Archivos, Bibliotecas, Museos y Patrimonio del Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento del Port de la Selva. Estos trabajos han permitido no sólo adecuar el entorno para la visita, sino profundizar en el conocimiento del pueblo medieval.
Desde el portal de Dalt (portal de Arriba) se sigue un camino, bastante coincidente con el original, que comunicaba el pueblo de Santa Creu con otras problaciones a ambos lados de la montaña. se conoce su conexión con vías públicas que se dirigían hacia el lado de Vilajuïga, Pau y Palau, y desde aquí hasta Castelló d'Empúries y Roses, así como por el lado de Llançà. Aún se conservan tramos de estas cañadas, en gran parte protegidas por altos muros de piedra en los laterales.
Cerca de la entrada de la población, en el margen derecho del camino, se conoce la existencia de una fuente, hoy en día cubierta por la vegetación.
El pueblo de Santa Creu, con su iglesia, forma parte del conjunto monumental de la Sierra de Rodes, junto con el monasterio de Sant Pere y el castillo de Sant Salvador. La relación entre los tres elmentos es muy estrecha
La iglesia, más antigua que el pueblo, era una posesión del monasterio, a menudo disputada por los condes de Empúries. Antes de que empezaran a agruparse casas a su alerededor, la iglesia ya acogía el cementerio para la gente de los alrededores.
A principios del siglo XII, la iglesia se convirtió en parroquia y actuaba como elemento aglutinador de una población que crecía con fuerza, bajo la dependencia del monasterio. Sus habitantes disfrutaban de esta vecindad, que les proporcionaba un cierto nivel de riqueza, así como una actividad económica en buena parte dedicada a su servicio. En el momento de esplendor del pueblo, entre los siglos XIII y XIV, se calcula que en él vivían unas 250 personas y, por los materiales que han aparecido en las excavaciones, se diría que tenían un cierto poder adquisitivo.
La decadencia del pueblo empieza a partir de la segunda mitad del siglo XIV. Las razones que se han esgrimido como causa del despoblamiento son los asaltos piratas, los efectos de las epidemias de peste y la propia decadencia de la comunidad monástica. Finalmente, el levantamiento de los payeses de remensa contra las servidumbres que sufren por parte de los señores feudales, así como la guerra civil catalana, en la segunda mitad del siglo XV, supusieron el total abandono del lugar. La iglesia, en cambio, siguió activa como ermita hasta finales del siglo XIX.
El castillo de Sant Salvador se encuentra en la cima más alta de la montaña de Verdera, a unos 670 m de altura. Desde la cima se puede ver, a los pies del acantilado del castillo, la ermita de Sant Onofre. Más allá, a poniente, se extiende el Empordà, limitado al norte por la sierra pirenaica donde destaca la silueta del Canigó. También se divisan claramente el golfo de Rosas y las islas Medes, y el macizo del Montgrí, las Guilleries y el Montseny. Hacia levante, se divisa el monasterio de Sant Pere de Rodes y la costa del cabo de Creus que enlaza hacia el norte con el golfo de León. Este dominio visual sobre el entorno le proporciona un gran valor estratégico. Por otro lado, el terreno abrupto y de difícil acceso le sirve de sistema defensivo y lo hace inexpugnable.
El castillo es mencionado en muchos documentos debido a las continuas disputas por su dominio entre el monastrio de Sant Pere de Rodes y los condes de Empúries. La primera referencia data del 9'4, lo que hace pensar que el castillo ya existía en el siglo IX. A pesar de ello, buena parte de las estructuras que perviven datan del siglo XIII, cuando el conde Ponç IV de Empúries ordenó la construcción de una nueva fortaleza dado el estado de deterioro del castillo.
Con el paso del tiempo, la importancia estratégica de estos castillos roqueros, cuya fuerza radica en la inexpugnabilidad del terreno, disminuyó a causa de la evolución del armamento y las técnicas de combate. No obstante, en el siglo XVI el castillo todavía era utilizado como punto de vigia contra la piratería.
El monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes es el centro del conjunto monumental situado en la sierra de Verdera. La documentación más antigua, del siglo IX, hace referencia a una celda monástica que dependía del monasterio de Sant Esteve de Banyoles, aunque existen restos arqueológicos que evidencian una ocupación anterior.
Con la fundación del monasterio independiente, en el siglo X, se inició una etapa de esplendor impulsada por la nobleza ampurdanesa. Centro de poder feudal y económico, la comunidad inició un proyecto constructivo que reflejaba su poder. Las obras se extendieron del siglo X al siglo XIII, y contemplaban esencialmente la zona de clausura formada por la iglesia, los claustros y las dependencias circundantes.
una de las peculiaridades de Sant Pere de Rodes es la posibilidad de contemplar dos claustros que nunca estuvieron en uso simultáneamente. Con la restauración se ha recuperado el claustro primitivo que fue soterrado para construir encima el claustro del siglo XII. De esta manera, se ha conservado un modelo constructivo que en la mayoría de los casos se ha perdido a causa de las reformas posteriores.
A partir del isglo XV, todo el enrono se vio afectado por continuos saqueos, piratería, conflictos bélicos, que obligaron a los monjes a abandonar el monasterio en diversas ocasiones.
La reactivación económica del siglo XVIII permitió afrontar nuevos proyectos como la reforma del recinto que rodeaba la clausura, formado por edificios de servicios, mayoritariamente construidos entre los siglos XVII y XVIII. Algunas de las obras planificadas no llegaron a realizarse porque, en 1798, la comunidad abandonó definitivamente el monasterio. A partir de ese momento, el conjunto sufrió un rápido proceso de degradación.
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